Tener buenas relaciones con amigos, pareja o familia es
algo muy importante para nuestro bienestar emocional; sin embargo, la dinámica
de estas relaciones a menudo se complica porque los unos o los otros no sabemos
comunicarnos correctamente. Aunque los
demás mantengan pautas de comunicación que no nos gustan, nosotros mismos
podemos empezar a poner los primeros granitos de arena de nuestra felicidad y
esforzarnos por comunicarnos de forma positiva con ellos. Muchas veces, como en
un efecto boomerang, nuestro esfuerzos se verán recompensados por un cambio de
actitud también en los otros, lo que nos motivará a comunicarnos de forma aún
más positiva con ellos. He aquí algunas indicaciones que los pueden ayudar para
comunicaros de una forma realmente positiva en vuestras relaciones:
1. La utilidad de hablar de lo que “ves” y no tanto de aquello que “interpretas”. A menudo tendemos a interpretar aquello que vemos para extraerle un significado. Esto es algo lógico, ya que somos seres racionales. Sin embargo, estas interpretaciones tienen un margen de error importante, porque nuestra mente no es una máquina perfecta de percibir la realidad. Por ello, a la hora de hacer una petición o crítica a la otra persona, es interesante quedarnos con los hechos, sin interpretarlos. Por ejemplo, decir “lo haces para hacerme daño” es una interpretación de las supuestas intenciones del otro. Sería mejor decir “me hace daño que hables de mi hermana de esa manera”.
1. La utilidad de hablar de lo que “ves” y no tanto de aquello que “interpretas”. A menudo tendemos a interpretar aquello que vemos para extraerle un significado. Esto es algo lógico, ya que somos seres racionales. Sin embargo, estas interpretaciones tienen un margen de error importante, porque nuestra mente no es una máquina perfecta de percibir la realidad. Por ello, a la hora de hacer una petición o crítica a la otra persona, es interesante quedarnos con los hechos, sin interpretarlos. Por ejemplo, decir “lo haces para hacerme daño” es una interpretación de las supuestas intenciones del otro. Sería mejor decir “me hace daño que hables de mi hermana de esa manera”.
2. El arte de ser concretos: si reflexionamos un minuto, veremos las ventajas de esforzarnos en ser muy concretos a la hora de transmitirle una petición a otra persona. A menudo hablamos de forma muy general, pensando que el otro entiende perfectamente nuestras intenciones, pero la única manera de asegurarse de que realmente es así, es decir exactamente lo que queremos decir. Por ejemplo: decir “me gustaría que los lunes me recogieras del trabajo y fuéramos a tomar algo, es el día que mejor me viene”, es mucho mejor que sentenciar “ no pasamos tiempo juntos”. Un “me gustaría que me llamaras a la hora de merendar y charláramos un rato” resulta más útil que “no me haces ni caso”.
3. La importancia de centrar el
tema: si hablamos de mucho, probablemente acabemos no
profundizando en nada. Centrar el tema nos ayudará a evitar “jugar al ping pong
de la crítica” (es decir, reprochar al otro sus errores). Si elegimos un solo
aspecto y nos centramos en él, en lugar de sacar más y más aspectos, seremos
más eficaces. Procure definir su objetivo antes de hablar y dedicar esa
conversación a ese objetivo. Más tarde, si quiere, puede hablar de otra cosa.
4. La virtud de expresarse en
positivo: tal vez no se haya dado cuenta de que a veces
expresamos los que queremos diciendo lo que no queremos. En sí mismo, es una
contradicción. Si expresa lo que no quiere, la otra persona comprende eso que
no quiere. Pero tal vez no comprenda exactamente qué es lo que si quiere
recibir en sustitución. En resumen, si
quiere que alguien realice algo, es mejor decir lo que quiere que haga en lugar
de decirle “lo que no tiene que hacer”. Por ejemplo: a un niño es mejor decirle
“toma, coge este lápiz y pinta en este trozo de papel”, en lugar de estar todo
el rato diciéndole “no toques eso”,”no hagas lo otro”, “no toques lo de más
allá”.... A la pareja o a una amiga le diremos “me gustaría que me llamaras los
fines de semana para ir al cine” en lugar de decirle “no me haces caso”.
5. La elegancia de dejar terminar:
Conviene asegurarse de que el otro ha expresado completamente su pensamiento
antes de dar nuestra opinión o reaccionar. A menudo tendemos a interrumpir al
otro cuando creemos que ya tenemos suficientes datos. El peligro que corremos
es malinterpretar al otro y reaccionar impulsivamente.
6. Por último, ¿qué tal si
centramos la atención en el presente y en el futuro?
Verdaderamente muchas veces nos resulta difícil no “sacar trapos sucios” del
pasado durante una conversación. Sin
embargo, cuando discutimos un problema con alguien, es conveniente que centremos
la conversación en el presente o en el futuro, no en el pasado. Desde un punto
de vista constructivo, la comunicación sirve para cambiar, para mejorar, y esos
cambios y esa mejora sólo pueden ocurrir hoy o mañana, nunca ayer.
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